La descarada provocación de los medios de comunicación resulta indignante. La venta de imágenes causantes de una obsesión que lanza a la juventud hacia la puerta de la muerte produce que los que nos es indiferente esta venta tengamos náuseas y deseemos vomitar, irónicamente, a modo de desahogo y réplica contra la aberración. Sin saber a qué se enfrentan, los seguidores de aquello que llaman *moda*, centran sus vidas en conseguir un propósito absurdo, sin querer aceptar que ni en la realidad los sueños y las estrellas son así, del mismo modo que un infante no acepta que el corazón humano sea un gurruño de músculo palpitante sin la forma del corazón clásico que todos los adolescentes se afanan en colorear, son las flechas clavándose a través de la figura, y aquellos nombres escritos en su interior, que se perderán entre los recuerdos, en la inmensidad del tiempo que es un segundo. En su afán y obsesión pro alcanzar lo que creen que es la perfección pierden todo signo humano y toda cordura por el camino: el amor, la paciencia, el cariño, la alegría... y tantas otras cosas, fijando una meta como su destino. Y en el mejor de los casos, sus mentes se protegen de tal forma que su visión de la verdad se distorsiona notoriamente, y emulando un nulo amor por sí mismos, creen un mundo especial, donde la violencia se mezcla, donde los instintos son prácticamente lo único que les mueve. Encadenados y torturados por una idea, lloran y sufren en soledad, creyéndose tan desgraciados que sienten impotencia e incapacidad para pedir ayuda o perdón; y sus hambrientas mentes les hacen creerse superiores, con un fin, con un sentido. Encontrar la verdad, resulta imposible, y se consumen...